miércoles, 30 de noviembre de 2011

Tranquilidad... ¿A qué precio?


Ya no despiertan la rabia ni la cólera, a aquellos domingos desabrigados. 
Ya no lloran las paredes pidiendo auxilio. 
Pero la vida es también verdad y ciencia,
ya nada se destruye, sino que se transforma. 


El dolor y el silencio,
atacan desde la incierta lejanía.
Temeroso,
no huye, sino que ataca
y no ataca, sino que mata. 
Algo debe haber de serrín en el aire. 
Algo tiene ese aire, 
que engaña, 
que usa,
que domina,
que borra
y que mata antes que nada.


El silencio, es ahora, una niña que juega a la pelota,
ilusa y que crece a golpes.
Somos silencio, somos esa niña,
somos la tripulación perdida de la embarcación, que rema sin cesar,
que se protege de los piratas. 
Somos la lucha continua de los domingos por la mañana.

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