lunes, 24 de octubre de 2011

Y le llamaban 'Democracia'...


Postuladas las evidencias de este aire impuro, y entre tanto ruido de coches, resurge la verdad escondida en la retaguardia de las intenciones.
Escudo para tantas almas comprometidas, extraña desde su derrota.
Pasan los cuerpos por el camino, van y vienen y vagan, por las calles de esta ciudad de hormigón y argamasa, de altos amasijos, papel y cifras.
Barrida la moral de todos aquellos, recupera el pueblo, siempre sumiso, parte de la voz que nunca se debió dejar callar. Nuevos vientos que recuerdan aquello que de lejos, era la palabra autonomía. Y recuerda más ese pueblo, porque escucha y sufre los latigazos de un monstruo, cuyo corazón congelado, insiste y, sigue haciéndolo, en conducir el timón de esta embarcación que hace tiempo dejó de ver el sol.
Y es esa voz, ahora ínfima, la que grita en favor de su supervivencia, que no es otra que también la nuestra.
A nuestras carencias, su grandeza; a nuestras fuerzas, sus golpes y a nuestro daño, nuestra culpa.
Porque no quisimos escucharla antes, no acudimos a su socorro. Cegados por una felicidad hipócrita, caímos en la trampa del ladrón.
Ahora siento la pena de esta herida, de esa grieta que afea el devenir de la eternidad. Y no seré yo quien se sume al tumulto de la ignorancia. Fueron muchos los que lloraron por ti y murieron por usted.
Recupera la conciencia su albergue habitual, la de aquel que muere de hambre, sed y frío.